Milo Lockett: «Mi obra gusta porque es accesible visualmente»

Milo Lockett es un artista plástico chaqueño, autodidacta, que comenzó su carrera luego de trabajar varios años en la industria textil. En el año 2002 cerró su fábrica y abandonó por completo sus actividades empresariales para dedicarse exclusivamente a la pintura. En poco tiempo logró crear una identidad pictórica propia que lo convirtió en un éxito de ventas sin precedentes. En la actualidad es uno de los plásticos más importantes de Argentina.

Cuando durante la crisis del 2001 Milo Lockett abandonó el rubro textil para dedicarse de lleno al arte, no había tomado en su vida un taller de pintura. Contaba, sí, con las clases que de niño cursó en la escuela primaria -la secundaria no la terminó-, y con un despojo de prejuicios clave en su quehacer, valorado por grandes y chicos, por coleccionistas o figuras internacionales como la actriz Jennifer Aniston, que cuenta con dos obras del artista chaqueño. Las criaturas del autodidacta Lockett son generosas; el autor -Premio Revelación ArteBA 2006- expone y vende en las grandes capitales del mundo al tiempo que participa activamente en causas benéficas, talleres en el norte del país, la construcción de una Casa Garrahan en Resistencia o la constante donación de obras. El hombre que no sabe manejar, no usa celular o teme subirse a un avión prende un cigarrillo y responde.

HIGH: ¿Disfrutás de los viajes?

MILO LOCKETT: Viajo mucho, me gusta; lo disfruto no importa a dónde vaya. En cada lugar aprendo y encuentro algo para hacer, y siempre vuelvo cargado con algún proyecto. Aprendí mucho a mirar y a escuchar, soy un gran observador.

H: ¿En qué proyectos trabajás?

ML: Lo último que hice fue una intervención artística en la Universidad de la Matanza que me pareció increíble. Tuve un año de proceso, después conseguí financiamiento -porque doné la obra- gracias a dos empresas que me acompañaron en este proyecto grande y consistente por el que pasaron casi 100.000 personas. Para esa Bienal de Arte Integral hice un cuadro tridimensional donde la gente entraba dentro del cuadro para sacarse una foto.

H: ¿Y en lo personal cómo estás?

ML: En lo personal estoy muy feliz con mi hijo de un año Jerónimo y mi esposa Luciana, también tengo a Olivia (17) de un matrimonio anterior. Estoy trabajando mucho en eso, en aprender a ser padre. Es interesante esta segunda paternidad porque me dio mucha energía, me ayudó a equilibrarme, a repartir de nuevo, a trabajar mi lado más sensible y no tan racional. Eso está bueno. En mi caso tuve una niñez muy feliz, intensa y salvaje; fui un chico muy disperso, rasgo de mi infancia que conservo.

H: ¿De dónde viene tu pasión por el arte?

ML: De muy chico, de la escuela, de haber tenido la suerte de tener un docente en plástica como Mario Vanegas, que me ayudó a entender desde otro lugar el dibujo y la pintura.

H: ¿Y hace cuánto que decidiste radicarte en Buenos Aires?

ML: Hace poco, cuando nació mi hijo, dejé mi provincia para instalarme en Buenos Aires. Luciana, mi mujer, es artista y si bien tenemos obras muy distintas y ritmos de trabajo diferentes, el mundo del arte nos unió y estamos tratando de armar una familia.

H: ¿Por qué creés que tu obra prende tanto en el público y en el circuito del arte por el que te movés?

ML: Hay muchos factores que tienen que darse para que un artista se desarrolle, no es únicamente la obra, también tiene que ver la personalidad, el lenguaje corporal, la circunstancia del país, la economía: son muchas las áreas que deben alinearse para que funcione un cuadro. En mi caso, el cariño de la gente fue y es fundamental: hay algo en mi obra que gusta y eso es más fuerte que cualquier otro esquema. Por otra parte los sponsors son fundamentales cuando un artista hace mucha obra, como es mi caso. Tengo la suerte de que siempre me han contactado porque les interesa lo que hago, igual pienso que uno tiene siempre que ir a buscar, las cosas suceden cuando uno quiere. Yo trato de buscar todos los días el trabajo, soy muy metódico.

H: ¿Y por qué pensás que gusta tanto tu obra?

ML: Porque es accesible visualmente, porque con todas las complejidades que pueda tener, siempre invita a pensar que vos lo podés hacer y hasta mejor. Eso hace una gran conexión con la gente, cuando una persona se para frente a un cuadro hiperrealista piensa que nunca lo va a poder hacer, en cambio cuando está frente a algo mío muchas veces siente ganas de pintar y eso es maravilloso para mí.

H: ¿Cómo es un día en tu vida?

ML: Me levanto temprano, tomo un café negro, después me voy a un bar a media cuadra de mi casa y luego arranco el día de trabajo, en medio de eso comparto cosas con la familia o no, depende del día. Por mi taller pasan muchos artistas a visitarme, a mostrarme proyectos, tengo reuniones y mucha actividad social aunque huyo de los eventos, generalmente trato de no ir, no me atrae, a pesar de que cuando voy me sacan 200 fotos.

H: ¿En algún momento te sentiste envidiado o mal visto por tus colegas?

ML: Por ahí puede generar un poco de envidia el hecho de trabajar y que te vaya bien económicamente, pero yo no pongo la energía ahí, trato de revertir las situaciones. Lo que tiene que preocupar es lo que pasa en el arte y no en la economía de un artista, el enemigo está en otra parte, no está en la obra de Milo Lockett.

H: ¿Tuviste otros trabajos además del arte?

ML: Sí, fui cortador de pasto, basurero en una época, vendedor de ajo en la calle, tuve bares, muchos bares y luego me involucré en la industria textil. Haber estado en la calle te da otra mirada y hoy tengo más herramientas para ayudar que para salir a pedir. Cuando voy a una ciudad me gusta andarla, creo que todos los trabajos son dignos y te dan algo, estoy muy feliz de haber tenido ocupaciones tan alternativas y raras para un chico de clase media. Soy una persona generosa, trato de practicar la solidaridad a diario, no soy un buen cristiano pero trato de ser un buen ciudadano, me gusta ser correcto, que no tiene que ver con la moralidad.