Benito Fernandez: «Toda mi vida tuve que superar prejuicios y barreras”

Benito Fernández, el diseñador responsable de algunos de los vestidos más coloridos y jugados de la moda Argentina, visitó Mendoza para participar de un encuentro con mendocinas amantes de la moda. El Embajador de Marca de Banco Supervielle llegó hasta Bodega Vistalba y entre viñedos y copas cargadas de Malbec reflexionó acerca de los puntos más destacados de sus 30 años vistiendo a las mujeres de nuestro país (Por Florencia Manzur).






El creador de 56 años, que hoy es la cara de una empresa que fabrica desde remeras hasta  cuadernos, asegura que nada en su vida fue fácil y que hasta el día de hoy lucha por liberar prejuicios, tanto de la gente como los suyos propios.


En estas tres décadas desde aquel día de 1986 cuando abrió su primer local, ha vestido a mujeres como la reina Máxima de los Países Bajos, Susana Giménez, Tini Stoessel y Nacha Guevara, entre otras.


High: ¿A qué edad te enamoraste de una tela o una textura y sentiste que la moda podía ser algo más que un simple gusto?


Benito Fernández: Hubo una primera etapa en la que lo viví de manera inconsciente, sin saber que iba a ser mi profesión, mi gran pasión y lo que me iba a dar mi sustento de vida. De chico, me encantaba acompañar a mi abuela a la sedería, en la adolescencia me gustaba hacerme mi propia ropa, prefería ver determinadas películas que siempre tenían que ver con la estética y la moda. Pero hasta ahí era un gusto. Lo entendí cuando fui más grande. Es más, no existía acá estudiar esto, era algo que me gustaba y nada más, pero cuando me percaté de que se podía estudiar afuera, se abrió otro panorama. A los 22 años, empiezo a estudiar y a los 24 me mudo a Francia para estudiar en la París American Academy. Vuelvo a los 26 años y abro mi primer local. Se cumplieron 30 años de eso el 26 de septiembre del mes pasado, pero en mi vida fue muy difícil todo, tuve que superar muchas barreras.


H: ¿Por qué?


BF: Toda mi vida tuve que superar prejuicios y barreras, desde mi nombre, Benito, que en esa época era poco común y encima era un nombre con una carga familiar muy fuerte: mi abuelo que se había venido desde España se llamaba así y mi tío peronista, que fue gobernador de Chubut, también se llamaba igual. Cuando era niño era disléxico, en una época del mundo en la que ser disléxico implicaba que todo lo que hacías estaba mal. Fueron muchas las situaciones que fui superando a lo largo de la vida y me costó mucho encontrar mi vocación y llegar al éxito.


H:¿Cómo recordás ese momento en el que no te importó el qué dirán y decidiste vivir de esto?


BF: Sucedió en un momento en el que los hombres no podían elegir esta carrera, porque era una carrera para mujeres. Todos me decían que no iba a poder vivir de esto, que no iba a poder comer. Mi padre era médico, de clase media, después se dedicó a la construcción y fue un gran empresario. En el país, justo se vivía el auge de las carreras universitarias duras y de los masters en Estados Unidos para cierta clase social argentina. Entonces, que yo dijera que quería estudiar un oficio era terrible, era como el demonio de la casa.


H: ¿Sufriste por eso?


BF: Lo que pasa es que como yo hacía todo mal, tampoco se fijaban tanto en mí. Durante mi adolescencia y mi niñez, lo padecí porque me sentía diferente. Pero después eso me permitió hacer todo lo que quise. Fue quien menos tuvo que hacer lo que los demás querían, siempre hice la mía. Con el tiempo me fui dando cuenta de eso.  Fui más libre y hoy eso lo disfruto.


H: ¿Qué reflexión hacés de todo ese camino que te tocó?


BF: Tengo 56 años y hoy disfruto de todo esto, pero entiendo y sé que fue un camino muy largo, de mucha maduración y de sacar prejuicios. Siempre lo digo porque siento que hasta el día de hoy yo tengo prejuicios y es algo contra lo que lucho todo el tiempo.


H: Cuando empezaste a trabajar, ¿hubo alguna mujer que te abrió puertas al usar tus diseños?


BF: En realidad, mi carrera se construyó a base del afecto de la gente y no de vestir mujeres famosas o de plata. Tuve muchas personas que quiero y con las que generé un nexo, aparte de ser lindas e importantes, siempre hubo afecto. Mujeres como Valeria Mazza, Máxima o Dolores Barreiro. Máxima ha tenido guiños increíbles conmigo, de usar vestidos míos en situaciones en las que ella sabía que todas las cámaras iban a estar sobre ella. Un momento muy importante fue cuando hizo su primera visita como reina a Estados Unidos y Canadá y eligió un modelo mío con flecos para la gala. Fue la única gala de todo el viaje. Valeria Mazza, por ejemplo, me acompañó toda mi carrera. Sobre todo, cuando atravesé el momento más difícil: el momento en que hice el vestido de Natalia Lobo para la gala de los Martín Fierro y que tanto se me criticó, ella, Valeria, viajó a Nueva York y usó una falda de esa misma colección. Dolores Barreiro, que siguió desfilando para mí aún cuando yo me fundí y no podía pagarle. Como manera de agradecerle, la llevé al desfile que hice en el New York Fashion Week, ella nunca había ido, y pudo hacerlo conmigo. He tenido suerte, pero también he trabajo mucho. Cuando te llega la recompensa, tiene un valor inmenso.


H: En ese desfile en Nueva York, luego de todas las críticas al vestido de Natalia Lobo, fue cuando te consagraste: varios de los diseños de esa colección aparecieron luego en Sex and The City…


BF: Estuve un año preparando esa colección, era el desfile y la pasarela más importante de mi vida. Viajé a varios países y elegí llevar algo que tuviera que ver con nuestra identidad y con nuestras etnias. La presenté 15 días antes con el vestido de Natalia (Lobo) en los Martín Fierro y las críticas fueron devastadoras, sobre todo en la televisión. Fue muy duro para mí porque yo estaba yendo a Nueva York a representar a mi país con esa misma colección. Fue una mezcla de enojo y tristeza. Los diseñadores somos personas egocéntricas, nos cuesta que nos critiquen y nunca me había pasado a ese nivel. Tuve que separar las cosas y entender que mis diseños podían no gustarle a todos.  En Estados Unidos, en cambio, fue súper bien recibida y es ahí donde Patricia Field me pide ropa para Sex and The City y para la versión estadounidense de Ugly Betty.


H: Ese fue el puntapié internacional de tu carrera…


BF: Sí, pero además siento que el vestido de Natalia Lobo es el que le dio el contenido a mi marca. Hoy, mi marca hace jabones, sábanas, acolchados, perfumes, cuadernos Rivadavia, abarcamos de todo. Han sido 30 años de reinventarme. Sentir que mi marca me trasciende y que tiene que ver con sacar prejuicios es un orgullo: estar al tope de la moda no tiene que ver con ser joven, tengo 56 años y vivo mi mejor momento.


H: Y a la hora de vestir mujeres, no te importa la edad o la clase social, tus diseños van con todas…


BF: Me gusta vestir mujeres argentinas, no importa si son famosas, importantes o destacadas, son todas mujeres frescas, fuertes, que van para adelante. Amo vestir a mujeres argentinas y no me iría a trabajar a ninguna otra parte por esto mismo. Creo que por eso es que muchas se identifican con mi concepto, porque tiene que ver con la mujer de hoy, no tiene que ver con que sean millonarias o lindas. Ojo, entiendo que Máxima tiene una realidad muy diferente a la mía o a la de muchas argentinas, pero es una mujer que siempre trabajó. Yo la he visto trabajar, cuidar a sus propias hijas, sé cómo es.  Es una mujer de hoy, con carácter, con personalidad, que toma desafíos. Todas las mujeres que eligen mi marca son así y encima son ¡empresarias, mujeres y madres! ¡Dios mío!

Ping - Pong

Un restaurante: Basa, en Buenos Aires

Una comida: Asado

Un vino: Malbec

Signo del zodíaco: Géminis

Hincha de: Independiente

Programa de TV favorito: La Esclava (brasilera)

Una marca de ropa: Benito Fernández

¿Quién era tu ídolo de chico?: Nunca tuve. Es una carencia, aunque me hubiera gustado tenerlos.

¿Twitter, Facebook o Instagram?: Me divierto más en Twitter, pero mi Instagram es el que más genera tendencias y explota.


















Un destino para vacacionar: Nueva York o al Hotel W de Santiago de Chile